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Nos contactó el socio y administrador solidario de una empresa ubicada en Madrid explicándonos que no se entiende con su hermano, con el que fundó una empresa de organización de todo tipo de eventos corporativos y soluciones audiovisuales, hacía casi cuarenta años.

Nuestro cliente se había dedicado toda la vida a llevar la parte de gestión administrativa y recursos humanos de la empresa, y el otro hermano llevaba toda la parte comercial. La empresa tenía una buena reputación en el mercado y una muy buena base de clientes, además de estar perfectamente saneada financieramente. No tenían deudas con terceros ni con bancos, y además la compañía y sus socios habían podido comprar varias naves industriales con los excedentes del negocio.

Desde que constituyeron la sociedad al 50%, los dos hermanos habían sido administradores solidarios y nunca tuvieron ningún problema grave de entendimiento en la toma de decisiones.

Sin embargo, todo empezó a cambiar con el transcurso de los años, a medida en que ambos socios empezaron a acercarse a la edad de jubilación, y empezaron a plantearse quien sería entonces la familia sucesora del negocio. El problema fue que no se había generado un debate transparente e imparcial para tratar la sucesión con la suficiente anticipación para evitar el conflicto.

El socio que llevaba la parte comercial empezó a verter reproches sobre nuestro cliente, y a advertirle de que, si no se arreglaba la situación, su hijo, que ya estaba incorporado en la empresa, se marcharía de la empresa, arrastrando a muchos clientes.

El mismo socio contrató a unos asesores económicos que tenían la confianza de uno solo de los socios, y así se fue entrando en una situación de bloqueo de la sociedad, con mucha tensión en el día a día y desconfianza, en la que, entre otras cosas, no se podían aprobar las cuentas de la sociedad.

Ante dicho bloqueo, la otra parte instó una demanda de disolución de la sociedad por bloqueo de la junta, pensando que sería una medida de presión para nuestro cliente, pero acabó siendo finalmente una medida de presión para ellos mismos.

Nos encontramos con la circunstancia de que nuestro interlocutor eran los asesores económicos de la empresa designados por el otro socio, y no un abogado o abogada del otro socio, lo que al principio dificultó las conversaciones. Pero poco a poco, el transcurso del tiempo y las negociaciones con el tono adecuado, hicieron que la otra parte finalmente rebajara sus expectativas, y se pudiera alcanzar un acuerdo de salida satisfactorio para nuestro cliente.

Dicho acuerdo consistió en que nuestro cliente vendió una parte de su participación a la sociedad, quien en autocartera le pudo pagar su precio al contado, y la otra parte de su participación se la vendió a su hermano, quien le pagó en especie, con entrega de una nave.

Al detectar que ambos hermanos se tenían aprecio en el fondo, y que el conflicto venía dado en realidad de la presión ejercida en el socio por terceras personas, uno de los consejos en que insistimos mucho a nuestro cliente fue que no perdiera el hilo de conversación directo con su hermano a toda costa. Al final eso, y el temor de la disolución de la empresa y el paso del tiempo, hizo que finalmente fuéramos capaces de conseguir el acuerdo en las condiciones buscadas por nuestro cliente.

Gracias a dicho acuerdo se pudo salvaguardar la continuidad del negocio salvando muchos puestos de trabajo, nuestro cliente obtuvo su jubilación soñada, y los hermanos retomar su relación personal con una independencia económica el uno del otro.

En este tipo de conflictos de socios, tenemos en cuenta no solo los aspectos legales, sino también aquellos aspectos familiares, psicológicos y emocionales que pueden tener un efecto importante en el devenir de las negociaciones.

Con toda esa información, siempre se diseña una estrategia a medida inicial en cada asunto concreto, que se modulando y revisando permanentemente en función de la evolución del asunto. Todo ello lo hacemos con la participación estrecha del cliente, que es quien tiene que ir validando todas las decisiones que se van tomando en el camino, y quien conoce los hechos y a los diferentes actores, de forma directa.

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